Teresa del Conde: Carrillo Gil: ensayo curatorial

Written By Unknown on Rabu, 18 September 2013 | 15.17

A

l hacerse cargo del museo Carrillo Gil, Guillermo Santamarina pergeñó e inauguró una de las exposiciones que suelen armarse a partir de piezas de esa rica y variada colección. El título es Ocho derivas por la ciudad liminal, considero notable la rapidez con la que se llevó a cabo ese ejercicio, por alguien de tan reconocida trayectoria, pero lo relevante es que convocó a trabajadores del museo como equipo revelador de preferencias.

El mayor interés consiste en que se sacaron a la luz algunas obras de gran formato que acaso no se habían visto en lustros o décadas junto a otras, algunas de autores connotados, no exhibidas en exceso, como uno de los temples de José Clemente Orozco, Cabaret mexicano, 1942, muy influido por el cine de la época, museografiado cerca de la legendaria Torre de Babel, de Gabriel Macotela, que complementa como escultor su presencia como dibujante, pues se muestra el enorme dibujo de la ciudad de México, difícil de exhibir y museografiar, pues mide unos nueve metros de largo, ocupa por sí solo un muro, es una pieza a la vez representativa, en el sentido en que alude iconográficamente a la ciudad y a sus espectros, sin dejar de percibirse en primer término a su autor, presente también con libros desplegados en coautoría con Yanni Pecanins.

Ir identificando a los autores –cosa no siempre factible– es un método ameno de visitar esta muestra que abre con un Acordeón, del venezolano Carlos Zerpa; enjoyadísima pieza que, a su pedrería vistosa, suma crucifijos y campanas. Se dice que Zerpa dota al rock de tonos kitsch, este acordeón, según el mismo autor, es también motocicleta, debido a algunos aditamentos que integra.

Esta sección se denomina individuo y alude a la persona que deambula por las calles, son tales divisiones por rubros calificados con determinados sustantivos los que pueden provocar, quizá, un poco de desaliento o de confusión, si bien cerca del acordeón de Zerpa hay dos aguafuertes estupendos y poco vistos de la suite madrileña de José Luis Cuevas. Lo que sea de cada quien, ¡qué maravillosos grabados! Un acierto contundente exhibirlos.

Otro trabajo de alto nivel en esa sección es un óleo quizá con bien asimilada influencia de Philip Guston, de Rubén Rosas, artista del que hace tiempo no vemos obra, su sin título de 1988 en uno de sus detalles cita Paisaje metafísico, José Clemente Orozco, y tal vez esta sea la mejor pintura joven del conjunto.

Ese espacio cambia de denominación mediante la exhibición de una enorme pieza de Ricardo Rocha, para mí identificable debido más que a otra característica a su escritura bien integrada al tríptico Y ese día comenzó la historia, quizá alude a la separación de luz y tinieblas con cierto acento rothkiano, pero en sentido vertical. Dicho apartado denominado fragmentos abre con lo que son unos trozos de cerámica no relevantes sino que por el hecho de corresponder a una pieza que probablemente se rompió y los fragmentos fueron conservados con el ánimo de restaurarla.

Casi solitaria estaba esa amplia sala hasta el momento en que se vio convertida en auténtico territorio citadino, debido a la llegada de un nutridísimo grupo de jóvenes que parecían preparatorianos, en realidad provenían de la Escuela de Bellas Artes de Toluca, lo supe porque alguien que me tomó por maestra en función me hizo la siguiente pregunta: ¿Dónde están las obras de Nishizawa?

Como había hecho un rápido recorrido inicial ya las había vislumbrado, todas sobre papel, dibujo muy suelto, parecidísimas entre sí, no muy notables, pero de buen tamaño; la falla no es de la curaduría, es que eso es lo que hay en la colección, aunque acaso también existan en la misma algunos grabados u obras anteriores.

Jamás debe soslayarse la importancia del grabado, o de las estampas en general. En esta muestra se dio un uso quizá exagerado a las copias heliográficas de León Ferrari, pero hay que tomar en cuenta que son indicadores topográficos que coinciden con los apartados. No pude ver el video proyectado, porque un grupo de estudiantes se apoderaron de ese espacio que luego legaban a otros y sólo lo soltaron cuando el resto terminó su recorrido y se les dio orden de evacuación. ¿Qué pensar?, ¿en la predominancia absoluta del video entre gente joven?

Nadie reparó, con razón, en un armatoste titulado Ecología del petróleo, de Miguel Chevalier; eso indica que no hay tema que redima algo, el petróleo es ¡cómo si no! tema hiperactual, la pieza, apeada en hierro, consiste sobre todo en unos pescados diseñados en vidrio, algo ennegrecidos. En cambio, en La araña, de Diego Toledo, se admira no tanto la figura que representa la araña como su sostén perfectamente ideado en fierro atornillado con absoluta limpieza y precisión. La escultura en nogal, Pieza núm. 12, de Jorge Du Bon, es un fenomenal hallazgo y destacable es asimismo la silla bosquejada sobre un rico y cremoso fondo claro que parece embadurnado, de Jordi Boldó. El Cuerpo pequeño escapando que se me va, 1994, es un diminuto volumen adherido que en efecto se escapa.


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