Teresa del Conde: María Izquierdo: pinturas y archivo

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n 2005 el Instituto Nacional de Bellas Artes afortunadamente adquirió el archivo de María Izquierdo incorporándolo al acervo del Museo de Arte Moderno (Munal). Un primer sondeo, a cargo de la especialista Teresa Arcq, junto con Gustavo Martínez y otros investigadores, bajo coordinación del personal del museo con Graciela Kasep como curadora, ha dado lugar a una exposición que a la selección de documentos suma obras de Izquierdo del propio acervo del Munal, de la colección Blaisen, entre ellas la que quizá sea la obra más temprana de importancia que se conserva de Izquierdo: Retrato de Belem, de 1929, que es perceptivamente dificultosa y en eso estriba su mérito. Hay obras de otras colecciones particulares; destacan entre éstas el Retrato de Ninfa Santos con su hija Juana Inés y el gouache propiedad de los señores Marrón: Mujer con tres columnas, realizado en 1932, es decir, durante la época en la que la pintora convivió con Rufino Tamayo, de quien fue discípula entre 1928 y 1929, terminando la tempestuosa liasson afectiva hasta 1934. María también fue discípula de personalidades tan divergentes como Germán Gedovius y Diego Rivera, quien como director que fue de la ENBA (la academia de San Carlos) afirmó lo siguiente: Una de las personalidades mas atrayentes entre los artistas recientemente revelados en México es la de María Izquierdo.

La cuestión de los archivos, biografías, cartas y declaraciones de artistas connotados y admirados por sus obras, suelen resultar amenas y divertidas y elucidadoras, pero siempre tienen dos filos y el archivo Izquierdo, valiosísimo en tantos conceptos como es, tiene el no superficial bemol de mostrar a la pintora como pedigueña de las altas esferas a través de cartas dirigidas a los presidentes en turno, general Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán y Adolfo Ruiz Cortines, todos distinguidos y finos amigos de la pintora; lo que no se sabe es si sus peticiones tuvieron efecto. Al parecer no, pero allí están consignadas las misivas que dirigió pidiendo, escuetamente, dinero para cumplir su misión pictórica en bien del país e incluso para viajar al extranjero a presentar una de sus exposiciones.

El meollo de la muestra en los momentos en los que inicialmente supe de la misma, estaba en torno a la diatriba de los murales que el jefe del departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez, le había encargado a María Izquierdo mediante contrato para el Palacio de Gobierno. Se trataba de una obra magna de dimensiones considerables: muros y cubo de escalera del Palacio de Gobierno, espacio de unos 200 metros. En tiempos algo anteriores, otra comisión mural que debió haberse llevado a cabo en Xalapa tampoco se le concretó, debido a cambio de gobierno, así que aquí llovió sobre mojado. La comisión fue estorbada y denegada, se dice, por la tríada que capitaneaba la pintura mural y por los muralistas varones que la respaldaban. Como quiera que sea, se habla de un complot dirigido por Rivera, Orozco y Siqueiros. Existen dibujos y diagramas, al menos dos de los cuales se conservan en el acervo del Museo de Arte Moderno, que caen dentro de la más típica retórica muralística, no son nada notables, pero tampoco están mal concebidos. Así pues, la tríada sagrada se opuso a la ejecución, pero me temo que lo hizo con razón, pues María Izquierdo no tenía ninguna experiencia muralísitca, además de que el fragmento mural que conozco de su autoría es francamente muy mediocre, fue exhibido en el Munal en la exposición de las vanguardias que coordinaron Anthony Stanton y Renato González Mello, y su inclusión en aquella muestra enaltecedora del estridentismo fue casi lo único que se objetó a los organizadores.

María contó con amigos influyentes que apoyaron su protesta, entre otros Carlos Pellicer, María Asúnsolo, Alfonso Reyes, Graciela Amador, la actriz Isabela Corona y Juan Soriano, quien ya había posado para el simpático retrato que le hizo su coterránea. Se querían bien, se frecuentaban y hay en el archivo un carta de Soriano y de Diego de Meza enviada a María desde Roma, fechada el 13 de febrero de 1954, de modo que hay documentos que, referidos a ella, afinan o confirman datos biográficos de otros artistas. La ampliación de la fotografía en la que aparecen al centro ella y Lola Álvarez Bravo es un regocijo de ver.

Justo mientras observábamos Cristina Gálvez y yo el retrato de Aurora Posadas Izquierdo ocurrió una llamada del teatrista José Solé, padre de los hijos de Cristina. Se aprovechó la ocasión debido a que Solé fue novio de Aurora Posadas, cuyo retrato data de 1955. El maestro aseveró que María pintaba con la mano derecha, porque ya estaba bastante restablecida de sus males y que justo cuando él se encontraba visitando a Aurora, había llegado un caballero que examinaba con deleite y fruición los trabajos de María. Era nada menos que Pablo Neruda, cuya personalidad y mensajes están muy presentes en el archivo, entre otras razones, por la amistad que el poeta llevó con el segundo esposo de María, el pintor chileno Raul Uribe.

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